Continuando con el tema, y a propósito de las diferentes maneras de percibir la música entre oídos entrenados y oídos comunes, quisiera citar el siguiente ejemplo.
En
una ocasión alguien comentó que no entendía por qué cierta canción era un éxito
cuando se trataba de una “simpleza aburrida y monótona”; yo recordé haber
analizado esa pieza en alguna de mis clases, y de inmediato comprendí que sería
inútil tratar de exponerle mi punto de vista, porque no lo iba a entender.
La
pieza en cuestión es “The uninvited” de Alanis Morissette, en la versión de su
unplugged para MTV. Si bien es cierto que de inmediato me percaté de los desfases
en la acentuación de la letra con respecto a los de la melodía, lo cual es algo
que siempre condeno “a muerte” en la técnica de composición de canciones (error
muy común en español pero que en inglés resulta absurdo debido a la ayuda de
gran cantidad de monosílabos), también pude encontrar elementos interesante, rescatables,
y uno en particular que me pareció simplemente genial.
Ya
he comentado que los oídos comunes se fijan en los elementos más superficiales
y evidentes (letras, melodías, ritmo hasta cierto nivel, arreglos en primer plano,
etc.), pero hay cosas que en principio no pueden apreciar, como por ejemplo, el
hecho de que la pieza va creciendo poco a poco hacia el final, y no por efecto
de la dinámica (matices o intensidad), ya que sólo hay un “pequeño empujón” en
el coro, sino porque van aumentando la densidad de la instrumentación (cantidad
de timbres), que aunque es algo evidente, mucha gente lo acepta
inconscientemente.
Pero
la clave para apreciar y disfrutar esta obra, para mí, es un recurso tan simple
como grandioso que difícilmente notarán o entenderán quienes no tengan un oído
entrenado y que no sepan algo de teoría musical, por lo menos a nivel básico
como para entender que hay “algo” diferente ahí.
Si
bien es cierto que hay un ostinato
presente a lo largo de toda la pieza (aunque a veces se esconde entre los demás
instrumentos y parece que regresa después), eso no es un “pecado musical”. Por
ahí ocurre algo similar en la pieza “The cry of mankind” de MY DYING BRIDE, o
podemos encontrar este recurso en líneas de bajo como en “Light my fire” de THE
DOORS (basso ostinato) o en “Could
you be loved” de BOB MARLEY (ostinato
desarrollado).
Algunas
personas parece que escuchan un poco más “adentro de la música” y piensan que
está en “modo menor”, porque el ostinato
en el piano toca las notas 1-5-b6-5 (con respecto a la tónica), sin embargo, un
oído entrenado se da cuenta de que no es así (y que hay algo raro) en cuanto
entra la voz, pues la primera nota es la tercera mayor (3) en lugar de la,
supuestamente esperada, tercera menor (b3).
Es
en este momento, cuando la línea melódica suena sobre el ostinato, en el que se
revela la genialidad de la “rola”, a través de las escalas que se utilizan a
manera de progresión armónica: Mixolidio b6 (quinto modo de la escala
menor melódica) para los versos, en el coro se asciende una nota para llegar al
modo Mixolidio (quinto de la escala
Mayor natural), y justo antes de terminar el coro se usa el modo Jónico (o escala Mayor), para comenzar
de nuevo ese movimiento como un “oleaje” (metáfora necesaria para quienes no
entiendan los tecnicismos musicales). Lo interesante es que sólo se cambian dos
notas para generar el movimiento de b6 a 6 y de b7 a 7, pero eso es suficiente
para sentir como se carga la tensión en el coro para luego resolver (descargar)
y regresar a los versos.
De
manera que esa "rola" tan simple tiene mucho que enseñar en lo que se refiere a
arreglo, y también propone algo diferente en el uso de escalas, pues el Mixolidio b6 no es nada común en el
Rock, mientras que en el Jazz se usa más para improvisar sobre ciertos acordes,
pero definitivamente no es la escala principal de un “estándar” (pieza clásica del género).
Regresaré
a ejemplos de este tipo más adelante, pero por el momento los invito a
disfrutar de esa versión de esta canción (mucho más emotiva que la original de
estudio).
Hasta
pronto.